Bienvenidos!

Este blog intenta recopilar ideas, textos, informaciones concernientes al mundo de la comunicación, la política y demás intereses, que me pertenecen y también a quienes colaboran y leen a diario este ensayo de blog! Pasen y vean!!!

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Mail desde Movil

Desde las 1430 en radio nacional (AM870) Un programa especial sobre la ley de medios.
-----------

martes, 29 de septiembre de 2009

La patria se derrumba despacito...

La Argentina está al borde del abismo. La catástrofe se cierne y amenaza. La patria se derrumba –pero muy despacito. Estoy dispuesto a hacer la apuesta: o está pasando algo muy incomprensible –algo que sólo unos pocos poderosos saben– o dentro de un mes vamos a vivir en un país que será la suma de Ruanda, Honduras y Bolivia con una leve dosis de Chechenia y unas gotas de Colombia on the rocks.

–¿En serio le parece, Caparrós?

–¿Que si me parece? Espere y vea.

No hace falta decir lo poderosa que es la prensa para crear percepciones y sensaciones colectivas. Tampoco, cuál es el grupo que domina la prensa en la Argentina. Y menos aún cuán importante es, para ese grupo, que no le toquen los negocios. El gobierno acaba de manotearle uno de los grandes a la Corporación Clarín y eso, sospecho, lo pagaremos entre todos. No sólo por los famosos 600 millones sino, más que nada, porque, a menos que el grupo de marras haya cambiado mucho su forma de funcionar y de hacer periodismo, se viene, en los próximos meses, una ofensiva noticiera tremebunda. Donde los crímenes sangrientos serán más sangrientos que nunca, los empresarios desconfiados desconfiarán en titulares temblorosos, los reproches de Macri o De Nárvaez o Carrió serán credo en sus radios, los hospitales desprovistos no tendrán ni una gasa en telenoche e incluso, quizás, algún valeroso periodista se lanzará a investigar y al fin descubrirá que la administración del fútbol argentino cometió ciertos ilícitos.

Decía que pagaremos todos con la sensación de que estamos pasándola mucho peor que lo mal que la estamos pasando. La Corporación ya lo ha hecho más de una vez; lo hace, en realidad, en diferentes grados, todo el tiempo: intenta manejar la temperatura de la opinión pública, y tiene poder de fuego suficiente y nos convence, consigue convencernos. Entonces, la tristeza: si creemos que estamos mal vamos a estar cada vez peor, preocuparnos, sufrir, hacer cagadas. Ya hubo algún vienés que escribió, hace casi cien años, sobre la profecía autocumplida. Y todo porque al gobierno se le ocurrió una idea.

–¿Una idea, dice, mi estimado? Qué momento especial, qué extraordinario. ¿Dónde, cuándo celebramos?

–No sea gorila, López. Se les ocurren ideas todo el tiempo. Y las aplican todas ahí nomás, al toque, a ver si alguna cuela.
 
Si te intereso, continúa leyendo este artículo en...:

lunes, 28 de septiembre de 2009

Se fue de Clarín y ahora cuenta los secretos del grupo

diario de guerra, el nuevo libro del periodista claudio díaz
28.09.2009
Un día, Claudio Díaz renunció a su trabajo en el diario Clarín. Y ese portazo –personal, quizá político– sigue resonando en su libro Diario de guerra, una encendida diatriba contra “Clarín, el gran engaño argentino”, tal como lo señala en el título que adelanta el tono general de la obra. Pero, antes, Díaz había escrito el Manual de antiperonismo. “Eso no cayó bien en el diario porque mencionaba a periodistas de Clarín como Julio Blanck y Walter Curia en ese contexto”, dice Díaz en diálogo con Crítica de la Argentina. “A partir de ahí, la relación se deterioró y, luego, para algunas notas, me pedían que escribiera a favor de ciertos hipermercados, o en la cobertura de un acto peronista me decían:`Mostrá el aparato y hacele decir a alguien cuánto le pagan por ir’”. Díaz –que se desempeñaba como periodista del área de suplementos zonales del diario– se fue, denunciando aprietes y censura de parte de sus editores. El libro de Ediciones Gárgola promete “miserias y secretos del grupo contados por un periodista censurado”. El autor prendió el ventilador al comenzar a escribir su libro y no lo apagó hasta el final. Allí señala que la “mediocracia” es un nuevo sistema de dominio que funciona en base a la manipulación de información, difamaciones y extorsiones variopintas. “Yo creo que cada periodista antes de escribir tendría que aclarar, por honestidad moral, desde qué sector político lo va a hacer. Porque eso del periodismo independiente es una falacia absoluta. En los suplementos zonales de Clarín invitaban a los intendentes a almorzar para garantizarse publicidad oficial y después a la redacción nos pedían que buscáramos los trapitos sucios de esos mismos municipios”, dice Díaz. En el libro da algunos ejemplos históricos, pero, sobre todo, focaliza su discurso de denuncia analizando títulos y coberturas del diario Clarín, al que atribuye un particular encono con el peronismo y con el movimiento obrero en general. También aporta algunos datos acerca de los vínculos del diario de Noble con Rockefeller, Kissinger y Soros; y se detiene especialmente en los negocios de este último con José Aranda, quien además de ser vicepresidente del grupo es uno de los principales productores de arroz del país (el lector colóquelo en el orden que prefiera). Y comprime las últimas páginas del libro para meter en la misma bolsa bajo el mote de “los auténticos decadentes” a periodistas e intelectuales como Sarlo, Aguinis, Caparrós, Escribano, Morales Solá, Halperín Donghi… y siguen las firmas. Por estos días, el autor de Diario de guerra tiene su agenda llena de compromisos en charlas y conferencias.
►publicado en criticadigital.com

martes, 22 de septiembre de 2009

“La ley no impacta sobre la programación”

DAMIAN LORETI, VICEDECANO DE CIENCIAS SOCIALES DE LA UBA

Participó, desde el ámbito académico, en el proyecto de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Explica, entre otras cosas, cómo funciona la autoridad de aplicación en otros países y los cambios que podría o no haber en la programación si la iniciativa es sancionada.





 Por Adriana Meyer. Página12.



Es semana de elecciones y en los pasillos de la facultad, que bullen de activismo militante en todos los claustros, lo paran cada cinco minutos. "La ley no impacta sobre la programación ni fija criterios estéticos, nada va a desaparecer. Habrá amplificación de la oferta, mayor transparencia sobre las condiciones de adjudicación, lo que se comprometieron a brindar, quiénes son los dueños y la publicidad oficial asignada. Argentina tiene sólo ocho ciudades con más de una oferta de televisión abierta, eso va a cambiar", dice Damián Loreti, vicedecano de Ciencia Sociales de la UBA, sobre el nuevo escenario que abrirá la ley de medios.


Sus títulos de doctor en Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, de titular de la cátedra de Derecho a la Información de la UBA y de la de Derecho a la Comunicación de la UNLP los resumen de esta manera tanto sus colegas como sus adversarios: es una de las personas que más sabe en el país en esas materias. Cuando no está en la vorágine de la política universitaria y la actividad académica va a nadar, lee policiales negros o libros de historia, y escucha a jazz (John Coltrane, Thelonious Monk o Miles Davis) o clásica. "Milité en la Juventud Peronista cuando estudiaba y ahora en Carta Abierta", dice cuando Página/12 le pregunta sobre su ideología.


–¿Cuál fue el embrión del proyecto de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual?


–Empecé a trabajar con la Ley de Radiodifusión cuando fui asesor del diputado Enrique Paz (PJ Jujuy) en el año '88, él era de la Federación Argentina de Prensa, de la cual fui luego abogado, y también fui abogado del Sindicato de Televisión. Vengo trabajando hace muchísimo en los temas de radiodifusión y libertad de expresión. Cuando salió el decreto 527 (que prorrogó las licencias) era director de la carrera de Comunicación y sacamos una de las primeras declaraciones en contra, he trabajado con el CELS, soy miembro de su comisión directiva, y en temas de libertad de expresión fijamos posición crítica muchas veces.


–¿Usted es uno de los autores del proyecto?


–Me llamó (el interventor del Comfer) Gabriel Mariotto. Fui consultado en muchísimas cosas, pero la decisión de los contenidos y la redacción final quedó en manos de Mariotto, su equipo y luego imagino que Legal y Técnica. El texto responde a lo que muchos pensamos en la facultad. La carrera de Comunicación participó en la fundación de la Coalición por una Radiodifusión Democrática y la carrera y la facultad por resolución de su junta asesora y del consejo directivo adhirieron a los 21 Puntos.


–Luego de aprobar la ley, en el recinto cantaron la marcha peronista, y la diputada radical Silvia Vázquez pidió que otro grupo gritara con ella "Alfonsín, Alfonsín". ¿El espíritu de esta ley nació en esa época?


–Francisco Delich dijo que apoyaba en general la ley en memoria de Alfonsín. Silvia Vázquez hizo lo mismo. Esto abreva del Consejo para la Consolidación de la Democracia, del proyecto de Paz-Felgueras (PJ-UCR). Luego otro antecedente es el de Cositmecos, o el de Rafael Flores o el de Carbonetto-Stolbizer. Pero la matriz del proyecto actual la anclaría en la necesidad de entender a los medios de comunicación en la línea del Convenio de Protección de Diversidad Cultural de la Unesco que toma el Parlamento Europeo cuando hace la directiva europea para los servicios de comunicación audiovisual. También abreva bastante del derecho comparado bien actualizado en línea de recoger buenas experiencias de otros lugares, desde los derechos del público o los mecanismos de control antimonopólico en Estados Unidos, cosas vinculadas con protección de identidad del modelo canadiense, o las cuotas de películas de la legislación francesa. También la protección de adolescentes y niños.


–¿Cómo es la autoridad de aplicación en otros países?


–Suele tener predominio del Poder Ejecutivo, en los mecanismos de elección o en las propias personalidades que lo integran. Hay que diferenciar si son regímenes parlamentarios o no. En Estados Unidos los propone el Presidente, no tiene que haber más de tres del mismo partido, tiene un ciclo de rotación y al presidente lo nombra el presidente de la nación. En Uruguay son tres miembros, todos a propuesta del Ejecutivo, pero se respeta la minoría parlamentaria. En Chile hay una lista cerrada, pero el Ejecutivo propone al presidente, que dura 30 días más que él en el cargo para hacer la transición, y hay ocho miembros propuestos por el Ejecutivo en lista completa, que requiere aprobación del Senado. Si hay alguna objeción se rechaza toda junta. En México, el área depende de la Secretaría de Comunicaciones. En Canadá tiene una impronta más parlamentaria, pero porque tiene un gobierno parlamentario.


–¿Quedaron contemplados los pequeños radiodifusores a los que les han secuestrado equipos, que han estado en condición precaria por décadas?


–Hay instancias de solución de controversias por el uso del mismo canal, y una previsión de reserva de frecuencias. Pero no se hace una amnistía, los que estaban clasificados como clandestinos seguirán en esa situación. Hay mecanismos de solución, los que no pudieron ser regularizados.


–¿Por qué no se pudo llegar a esta instancia en 26 años?


–No tengo esa respuesta. Con tomar los diarios de la época de la presentación del proyecto del Consejo para la Consolidación de la Democracia, las críticas que recibió Alfonsín, los comentarios de los diarios en 2001, cuando Gustavo López quería mandar el proyecto, notas diciendo "amenazan con enviar la ley de radiodifusión" como si enviar una ley fuera un castigo, o la crítica permanente de "no se puede en un año electoral, no se puede en un año preectoral", cuando en Argentina todos los años son lo uno o lo otro. Siempre pensé que el mejor momento para enviar un proyecto eran los tres meses posteriores a una elección. Y después mire los diarios de este año. Alguien decía que las cosas se cuentan solas.


–Alguien también dijo que el lobby mediático siempre pudo más que la voluntad política de los gobiernos. ¿Eso cambió?


–Silvia Vázquez dijo que cuando (Fernando) De la Rúa mandó el proyecto bajaron a la reunión de comisión sólo Pedro Calvo y Luis Brandoni. No tengo memoria de una sesión parlamentaria en la que se haya analizado el rol de los medios, de la política y los medios, la democracia. Lamento la ausencia de la oposición porque hubiera aportado a la ley.


–¿En qué medida fue estratégica la aceptación de modificaciones?


–El Gobierno entendió que esta ley necesitaba el mayor consenso posible. Sin perjuicio de ello, tanto Guillermo Mastrini como Martín Becerra lo han planteado y coincido, queda un flanco que cubrir. El reconocimiento de operadores que aunque no sean los dueños de los contenidos son los conductos para llegar a los contenidos tiene una gran influencia.


–¿Se refiere a las telefónicas?


–Sí, a las "telcos", al no estar en la ley y ser ductos de contenidos hay que mirar rápidamente qué pasa con las telecomunicaciones. Hace falta plantearse un modelo de industria convergente, de la mano de la ley de medios. A mi criterio, el Sistema Interamericano de Derechos Humanos al equiparar los medios en términos de universalidad de actores, privilegia la protección del contenido independientemente de los ductos, o del continente. Lo que hay que hacer es generar instancias de pluralismo, y si uno no prevé cómo se saltan los cuellos de botella que generan los monopolios de los ductos tiene que establecer, como hizo Estados Unidos al revisar los procesos de concentración, instancias de pluralismo dentro de ese mismo ducto para propiciar la mayor oferta posible.


–El borrador inicial no contemplaba la manera de sostener económicamente a aquellos nuevos licenciatarios de pocos recursos nacidos de la desmonopolización. Es decir, gané la licencia, pero no tengo cómo sostener su explotación. ¿Esto fue modificado?


–Es debatible si la ley tiene que prever el funcionamiento de medios privados. En los '90 algunas radios libres de Francia que vivían de la publicidad del Estado dijeron 'esto algún día se va a terminar, o nos vemos coaccionados'. Finalmente se agregó un tope a la publicidad oficial en el proyecto. En algunos lugares de Europa existen leyes de fomento al pluralismo, que no tiene que ver con la publicidad oficial. Y en algún momento quizás haya que dar ese debate. Los relatores de libertad de expresión plantean la necesidad de que existan fondos que permitan sobrellevar el salto tecnológico digital por parte de los medios públicos y de las entidades sin fines de lucro.


–¿Por qué los actuales dueños de los medios no armaron su proyecto con la oposición? ¿Su objetivo es que no haya ley?


–No tendrían iniciativa, no tendrían claro qué hacer, o hay quienes piensan, y es una posición honesta, que la mejor ley de medios es la que no existe y lo que tiene que hacer el Estado es regular la asignación de licencias en base a subasta, con las reglas del mercado.


–¿Y cómo sale la libertad de expresión de esas experiencias?


–Owen Fiss tiene una frase contundente al respecto, plantea que al Estado se lo puede pensar como amigo de la libertad de expresión, pero en realidad el libre mercado de ideas no reconoce necesariamente al pluralismo. Me interesa destacar que la ley establece cuotas pero no hay ningún artículo dedicado a la calidad de los contenidos informativos que se puedan difundir; las sanciones previstas no tienen que ver con contenidos. Sólo hay cuotas de programación local o nacional y cumplimiento de horario de protección al menor. No hay ningún artículo vinculado con restricciones a la calidad, cantidad, naturaleza de la información, oportunidad, veracidad, información responsable o cualquier otra que implique una afectación a la libertad de expresión. Esto no quita que algunas expresiones deban ser sancionadas, y da para muchísimos debates, como el discurso del odio o discriminatorio o sobre la imagen de la mujer, porque el Estado está obligado a hacerlo por los Convenios Internacionales. Pero debe pensarse en mecanismos de autorregulación que no deben ser tomados por el Estado.


–¿Habrá juicios, medios que quiebren y despidos?


–Los Tratados de Inversión, en la medida en que no sean denunciados, existen y no se les pueden oponer normas de derecho interno. Hay países que hacen reserva para los medios, como Estados Unidos. Eso ya está contemplado en la Ley de Industrias Culturales. No imagino medios del interior cerrando porque tengan que tener cuota de producción local, y hay un período ventana para que se acomoden. Los sindicatos de trabajadores de medios trabajaron a favor de la ley. Me cuesta creer que los trabajadores acompañen algo que genera pérdida de empleos. Hay plazos para el establecimiento de la autoridad de aplicación, para la convocatoria de los Consejos Federales y lo mismo con la autoridad de los medios públicos.


–¿Cuál es el perjuicio real para los actuales dueños de medios?


–Los límites a la concentración. Cumplir cuotas de programación no te lleva a la quiebra.


–¿Pero sí a desprenderse de unas doscientas licencias?


–Esa es otra discusión, jamás vi esos expedientes. Si tienen más de un servicio complementario en la misma área de cobertura, la ley actual no lo permite. Ignoro sobre qué base hacen las cuentas. Si alguien tiene dos cables en la misma ciudad, o dos servicios codificados en la misma ciudad, o uno y uno, son dos servicios complementarios del mismo titular y la ley actual no lo permite.


–¿En cuánto tiempo habrá una pantalla y un dial diferentes?


–La ley no tiene nada que obligue a cambiar la pantalla, salvo cuotas de programación propia local e independiente. Pero no hay nada estético vinculado con esto. Habrá que ver las directrices que sugiera el Consejo de los adolescentes y los niños, debería haber un cambio inmediato en los medios públicos, donde sí hay cuestiones más firmes vinculadas al pluralismo, participación de diferentes sectores, etc. Debería notarse en algunos lugares la amplificación de la oferta, y respecto a todos una transparencia mayor sobre las condiciones de adjudicación, la programación que se comprometieron a brindar, quiénes son los dueños, cuál es la publicidad oficial que tienen asignada. La Argentina tiene sólo ocho ciudades con más de una oferta de televisión abierta, eso va a cambiar en la medida en que haya una vocación de expansión de las reservas de frecuencias. Si no el pluralismo es del que tiene la plata para el cable, o tener una oferta de un canal local a veces sin producción independiente.


–¿Determinado canal de noticias de cable va a desaparecer o las radios dejarán de pasar la música que pasan?


–No tiene asidero ese planteo. Nada de eso desaparece. La ley no impacta sobre la estética o la programación. No entiendo la pregunta.


–Algunos grupos mediáticos deberán desprenderse de señales de cable porque sobrepasan los topes establecidos por la ley.


–En ese caso la señal que no quieren que desaparezca puede ser con la que elijan quedarse.


viernes, 18 de septiembre de 2009

RADIO. LOS PEORES MONSTRUOS INTERIORES. DIEGO CAPUSOTTO Y SU PERSONAJE ARNALDO PÉREZ MANIJA.

ESCRIBE CARLOS ULANOVSKY
SEGURAMENTE INSPIRADO EN UNA CLASE DE OYENTE RADIAL FUNDAMENTALISTA Y AUTORITARIO, EL NOTABLE CAPUSOTTO ACIERTA NUEVAMENTE CON SU SKETCH “¿HASTA CUÁNDO?” Y SU PERSONAJE ARNALDO PÉREZ MANIJA.

Así como la legión de llamadores fieles suele apuntalarnos con frases como “Sigan así” o “Siempre los escucho”, hay muchos otros intolerantes que todo el tiempo se hacen presentes con propuestas de furiosas soluciones finales, de cortes de cabezas y de echar más leña a la calentura de todos los días. Vaya uno a saber de qué usinas despóticas proceden; si se cortan solos (de puro fachos que son) o si actúan como mandaderos de oscuros intereses, como representantes auténticos del PCPM (Partido Cuanto Peor Mejor). Esa clase de oyente existe: se aprovechan de la gran libertad expresiva que supimos conseguir, pero también del relativo anonimato que supone dejar un mensaje en un contestador con sólo decir “Juan de Palermo”.

En esta caricatura descansa el enorme hallazgo de observación del humorista y su libretista. Pero ese hallazgo se agiganta todavía más cuando presenta a la otra cara de la misma moneda, el conductor, el periodista, el locutor que consiente, el emisor troglodita que, por un puñado de rating, elige como eje casi único de su comunicación diaria todo lo que nos conduzca a la frustración y al caos. En un punto, oyente agorero y conductor estimulador de catástrofes cotidianas son simétricos. Hay un “todo mal” mediático que termina por contagiar y que nos conduce al bajoneo, a la falta de salidas, al miedo generalizado. La nueva y provocadora ficción de Capusotto y Saborido acierta también en caracterizarnos a todos. Porque, con una mano en el corazón, ¿quién no pensó o dijo, alguna vez, “si éste fuera un país en serio”?, ¿quién no cayó en la estigmatización con el sambenito de que “éste es un país de mierda”?; ¿quién, en un momento de desborde, no apeló al “¿Hasta cuándo?”?

En un momento del blooper capusottiano las noticias terribles inventadas del “¿Hasta cuándo?” empiezan a parecerse a algunas cuestiones de la realidad. Al pie de un mensaje horrible los oyentes –en un nivel de inconciencia temible– se despiden con un infaltable: “Muy bueno el programa”. Mientras tanto, Pérez Manija “manijea”: reporta más muertos, bancos que congelan sus depósitos, políticos corruptos y toda la gama de malestares posibles. El mundo que nos toca, la radio, que supo ser territorio de la magia, hoy es teatro de otros monstruos interiores. Y en cualquier jornada, a la vez número 150 que uno escucha la noticia de un robo, de un atropello, de una violación o del avance del dengue o de la gripe A, uno se siente un poco robado, atropellado, violado o enfermo. No digo negarlo, porque todo eso sucede, y más de lo que nos gustaría, pero a lo mejor no nos vendría del todo mal un poco menos de esta clase de –“¿Hasta cuándo?” dixit– “información que no sirve para nada pero te taladra la cabeza”. Al menos a mí.

Por Carlos Ulanovsky
Fuente: diario "Crítica"
Más información: www.critica.com.ar

"Lucy en la tierra con capusottos" se emite los fines de semana por FM Rock & Pop.

Más información: www.fmrockanpop.com

martes, 15 de septiembre de 2009

Carta al compañero Pino

°Publicado en Página 12®. Martes 15 de Septiembre 2009

Por Mempo Giardinelli




Estimado Pino: Aunque nunca nos vimos, estuve siempre cerca suyo, por lo menos desde La hora de los hornos. Lo acompañé después, cuando el antimenemismo. Admiré su cine, apoyé su gestión legislativa y hasta hice guardia en la vereda del sanatorio de la calle José Hernández cuando lo balearon cobardemente. Le escribo desde estos humildes pergaminos y desde la simpatía que me produjo su retorno a la política. Y aunque no vivo en Buenos Aires, probablemente hubiese estado entre los que alentaban su acercamiento a Carlos Heller para las elecciones del 28 de junio, que pudieron significar –de haber ido juntos– la sepultura del macrismo.


Estas líneas son para decirle que ahora tiene usted razón en casi todo lo que plantea en la tele: nacionalizar Telecom; garantizar que con los dineros públicos no se hagan negocios privados y muchas otras, casi todas sensatas, anheladas y compartibles. Tiene razón también al fustigar al kirchnerismo en sus desprolijidades, oscuridades y posibles corruptelas. Aunque yo creo que usted exagera cuando los compara con el menemato, porque no son lo mismo. Hay enormes diferencias y le voy a dar sólo tres ejemplos, para no abundar: los K fueron erráticos y desacertados con la propuesta del Tren Bala felizmente congelada (yo escribí en este diario al respecto), pero no fueron los que desmantelaron los ferrocarriles. Los K son esquivos y tienen doble discurso, pero a la Corte Suprema la adecentaron ellos, mientras que Menem instaló y mantuvo allí a una especie de pandilla adicta. Los K llevan adelante una política de Defensa ejemplar, como nadie llevó en este país en democracia. Y tenemos hoy una Ley Nacional de Educación que vino a sustituir la destructora Ley Federal de Menem, Decibe y García Solá.


Son más de tres ejemplos, y dejo de lado una política de derechos humanos como millones de compatriotas, y supongo que usted también, siempre quisimos por lo menos desde 1983. La cual es muchas veces más declarativa que efectiva, desde ya, pero innegablemente permitió avances extraordinarios en el más árido y dificultoso terreno de la recuperación democrática.


Por favor, Pino, no se le ocurra simplificar esto acusándome de kirchnerista, porque no lo soy. Tampoco formo parte de la Carta Abierta de intelectuales, ni tengo amigos en el poder, ni me deben ni debo favores. En 2003 no voté a Kirchner y en 2007 sí voté a Cristina, como lo hicieron millones de argentinos/as que ya veíamos el avance de toro furioso de una derecha conservadora que –lo viene probando– es capaz de decir y hacer absolutamente cualquier cosa.


O sea que le hablo –le escribo– como un simple compatriota, independiente a rabiar, ni sé si de izquierda, que tiene la posibilidad de hacer público su pensamiento. Y que se siente alarmado por lo que considera su ceguera, Pino. La suya y la de algunos de sus respetados compañeros más cercanos.


No se ofenda, que la ceguera no es insulto. Es simplemente la imposibilidad de ver. Y a mí me parece, dicho sea con todo respeto, que usted no ve por lo menos lo siguiente:


1. Que éste es un proyecto superador, aunque tenga puntos cuestionables. Hoy nuestro país tiene la oportunidad de sancionar un régimen nuevo, infinitamente mejor que el horrible mamarracho que es la ley de Videla. Le recuerdo, al respecto, que si usted y los que le responden no votan esta ley, de hecho y aunque quieran diferenciarse, serán responsables de que sigamos regidos por esa ley infame, la 22.285 de la dictadura.


2. Que a millones de compatriotras nos importa un pito la pelea entre Clarín y Néstor K. Pero sí nos importa que esta será una ley antimonopólica. Abre espacios a la participación de sectores marginados (y tiene usted razón en que por esa puerta pasarán las fundaciones de las grandes empresas, pero en la Argentina hay miles de fundaciones serias y honradas, dicho sea advirtiendo que la que yo presido no tiene el menor interés en ser de la partida). Pone límites como nunca los hubo, y aunque es verdad que es oscura la autoridad de aplicación, le recuerdo que hoy ni siquiera hay autoridad, pues lo que hubo hasta ahora fue un Comfer idiota. Protege a la infancia y la niñez. Fomenta el cine argentino y la producción nacional. Y respecto de las telefónicas, el tema parece haber quedado resuelto ayer.


Entonces, ¿cómo oponerse, Pino? ¿No se da cuenta a quién/quiénes va a favorecer el rechazo de esta ley? ¿Cómo van a hacer después sus diputados, una vez diferenciados del Gobierno, para diferenciarse de cívicos y republicanos que están más ciegos que Polifemo y que por desdicha no saben lo que hacen, escupiendo sobre sus historias y sus trayectorias?


¿Cómo es posible que el fanatismo anti K los lleve a coincidir con lo más reaccionario del país, esos sectores que siempre frenan el carro de la Historia? Y no es que los K signifiquen la modernidad –Dios libre y guarde–, pero ésta no es "la ley K" que dicen los cartelitos bajo los que usted habla en los muchos programas a los que ahora lo invitan. Esta ley es de cientos de organizaciones y de miles de personas y comunicadores que venimos luchando y haciendo docencia desde hace muchos años. Sería bueno que eso se respetara; que usted y los diputados que le son leales lo tuvieran en cuenta.


Porque es necesaria esta ley, aun con sus errores, Pino. Por más que usted tenga razón en casi todo lo que cuestiona, hay algo que es seguro: para el pueblo argentino nada va a estar peor con ella, y muchísimas cosas tendrán mejores posibilidades. Pero todo va a ser mucho peor si la rechazan.


Dios o el destino, o el ignoto Ojalá quieran que usted y los suyos no se equivoquen. Porque va a ser un error fiero. De consecuencias peores que cualquiera que usted imagine para este país después de esta ley.


Un saludo atento, respetuoso y cordial.


--
JOAQUIN CASTAÑO
visita: http://elchichilo.blogspot.com

lunes, 14 de septiembre de 2009

Los dueños de la palabra: acceso, estructura y concentración de los medios en la América Latina del Siglo XXI



El próximo viernes 18/9 a las 19:15 hs. en el aula magna del Colegio Nacional de Buenos Aires (Bolívar 263, 1º piso), Margarita Stolbitzer, Mario Wainfeld y Damián Loreti presentarán el libro "Los dueños de la palabra", de Martín Becerra y Guillermo Mastrini.


La entrada es libre y gratuita



Sobre el libro






Después de constatar los altos índices de concentración de los medios e industrias culturales en América latina a partir del análisis de datos de comienzos del siglo XXI (publicados en el ibro "Periodistas y Magnates" de Guillermo Mastrini y Martín Becerra, Prometeo, 2006), el Instituto Prensa y Sociedad (IPyS) presenta un nuevo estudio, que permite descubrir las tendencias de la evolución del sector de la información y la comunicación, de su acceso y de su proceso de concentración.



El objeto del presente estudio son las industrias llamadas "infocomunicacionales", que incluyen a medios de comunicación, industrias de telecomunicaciones, Internet y a otras industrias culturales (editorial gráfica, fonografía y cinematografía). La investigación se ha realizado en Sudamérica y México. También se relevaron datos de España.



El libro revela que más del 82 por ciento de los mercados de información y comunicación en Iberoamérica se concentra en sólo cuatro operadores, en promedio. La misma medición respecto del dominio de mercado del primer operador en el conjunto de las industrias infocomunicacionales, asciende al 45 por ciento en promedio.



Estos indicadores expresan que muy pocos grupos infocomunicacionales, los "dueños de la palabra" concentran la mayor parte de la producción, edición y distribución de los contenidos (información y entretenimiento) que circulan en las sociedades latinoamericanas, condicionando de este modo la diversidad de voces a escala masiva. El libro enmarca el predominio de estos grupos en un sistema cuya estructura, regularidades y comportamientos principales examina comparativa y exhaustivamente.




AUTORES






Martín Becerra es profesor titular de la Universidad Nacional de Quilmes y de la UBA. Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), es investigador de CONICET. Como consultor de IPyS publicó, con Guillermo Mastrini, Periodistas y magnates: estructura y concentración de las industrias culturales en América Latina (2006, Prometeo).



Guillermo Mastrini es profesor titular de la UBA y de la Universidad Nacional de Quilmes e imparte cursos de posgrado en las universidades nacionales de La Plata, Córdoba, Quilmes y Buenos Aires. Como consultor de IPyS publicó, con Martín Becerra, Periodistas y magnates: estructura y concentración de las industrias culturales en América Latina (2006, Prometeo).
Joaquin Daniel Castaño jcdaniel_ar@hotmail.com jcdaniel_ar@yahoo.com



Guardá correos, fotos, archivos, documentos; todo. ¡Con Windows Live tenés 25 GB gratis!

¿Se puede o no?

Por Eduardo Aliverti



Suele ocurrir que cuanto más difícil resulta entender un episodio o problema, de cualquier índole, la respuesta adecuada sea la más sencilla. Lo complicado es que la elementalidad del diagnóstico suponga facilidad de solución. Una vez más, aquello de que lo difícil no es explicar la realidad sino modificarla.


Hay la lamentable sensación de que el insólito operativo en el Grupo Clarín concluyó por empiojar el debate sobre la ley de medios audiovisuales. Hablar de "debate" es en realidad demasiado pretencioso, porque esa palabra debería remitir a cierto piso de estatura profesional en la observación del objeto de estudio. Y lo que rige hasta ahora, por parte de los núcleos de poder que cuestionan el proyecto, es simplemente una crítica feroz apoyada en denuncias políticas que no logran justificar técnicamente. Una campaña salvaje, motorizada por la inquietud corporativa frente a los negocios formidables que se ven afectados, no es un debate. Es una disputa de correlación de fuerzas. Este punto es imprescindible para encuadrar lo sucedido la semana pasada. Y después, para resignificarlo de acuerdo con lo que hay en juego. Está clarísimo que Clarín es el principal beneficiado por esa asombrosa requisa impositiva, para cuya inoportunidad política no alcanzaría calificativo alguno. Aun cuando se contemplen los niveles de arrebato y ensimismamiento de que hacen gala los Kirchner, pensar que pudieron haber ordenado una cosa así, o que un descerebrado obró por las suyas bajo simple ignorancia del titular del organismo oficial, es afrentar al sentido común. Fuentes muy directas, de acceso presencial a lo que se vivió en Olivos el jueves a la noche, ya informaban de una maniobra de servicios de inteligencia en o desde las segundas líneas de la AFIP. Y después, un peine ¿complementario? de esa inferencia derivó en que se hablara de una pantomima financiada presuntamente desde fuera del organismo, aunque todavía sin clarificar ni la fuente de financiación ni el origen del despampanante poder demostrado. Le hicieron al Gobierno una cama de aquéllas, pero, muy lejos de atenuar la responsabilidad de los K, la agrava. Meterse sin más red que la confianza en sí mismos en una guerra de este tamaño, mucha más violenta que la del "campo" porque hay en danza el poder multimediático, es una irresponsabilidad enorme. Hace siete días, esta columna recaía en la pregunta de si el oficialismo tiene espaldas de amplitud y movilización para enfrentar a contendientes semejantes, así sean circunstanciales. Y frente a esta grosería de un batallón de inspectores en el corazón del bando contrario, sirviéndole en bandeja la victimización, cabe preguntarse cómo es posible que se les escape la tortuga de los servicios. Ya sea porque fue ahí desde donde se maniobró, o bien porque no supieron prevenir una jugada en la que intervino más de un centenar de personas. Hay aspectos incontrolables incluso calculándolos, como el vice Cobos usando su despacho para juntar a toda la oposición contra el proyecto. Una actitud repugnante, digna de un inmoral, elegido por las corporaciones de "prensa" como el candidato casi perfecto si no fuera por las reminiscencias delarruistas que porta. Eso no puede evitarse y desde una mirada especulativa hasta puede verse como favorable, porque sirve para ratificar y exponer a la tropa que se enfrenta. Pero la desidia a propósito de las maniobras serviciales es imperdonable. Que los hayan operado en esta forma habla pestes de cuánto hay en el kirchnerismo de muñeca política y capacidad de imprevisión.


¿Qué esperaban al encajarse, por las razones que fueran, contra los negocios de quienes conducen, virtualmente, la información y la agenda opinativa del país? Les sacaron el fútbol, les niegan la fusión del cable, les meten la norma japonesa para digitalizar y largan un proyecto de ley que les reduce al 35 por ciento la penetración de mercado. ¿Una batería así y descuidaron la SIDE? Nadie está exento de sufrir operaciones. Pero vaya con la diferencia entre no poder eludirlas por descuidos o yerros tácticos y carecer de una estrategia global. En esto último se incluye la mala, pésima, comunicación gubernamental para explicar con eficiencia las características de un proyecto sobre medios que ha sido una construcción mucho más vasta que la de oficinas oficialistas. Gente que lleva años trabajando en esto. Que tiene livianas o profundas diferencias con los K o con sus modos, pero que sabe separar lo principal de lo secundario. Gente que sabe entender a la mediática como la más decisoria de las estrategias en el engranaje de poder. No se puede rifar tanto trabajo dejando flotar el recelo de que ésta es nada más que una guerra contra Clarín. La incluye, desde ya, como abarca también a otros sectores a los que ese y otros medios sirven de parlante. Pero no puede acabar ahí. Hay que informar infinitamente mejor. Hay que desnudar las mentiras esparcidas por los afectados o los pusilánimes, a diestra y siniestra. Porque mienten cuando dicen que el Estado se quedará con todo, mienten cuando afirman que se pueden quitar las licencias cada dos años, mienten cuando no dan cuenta de que ningún país del mundo "serio" –como dicen ellos– permite una concentración de medios como la Argentina. Mienten, pero el Gobierno no sabe comunicar que mienten. Su política de información pasa más por marketineo fraseológico que por data concreta. Están sujetos al arbitrio de las peleas solitarias que libran algunos pocos entendidos, y otros pocos analistas sueltos, contra la maquinaria infernal de goteo permanente, incansable, taladrante, de grupos mediáticos y socios ideológicos. Quitarles el fútbol fue poco menos que terminal para su estructura de ingresos, y algunos aspectos azarosos hicieron que los nervios terminaran de estallar. Si la Selección Argentina de fútbol no se clasifica al Mundial, la pérdida de publicidad será un mazazo rematador en sus proyecciones de ingresos. ¿O alguien piensa seriamente que estamos hablando de libertad de prensa?


Es momento entonces de volver al principio. A la sencillez de lo complejo. Con esta ley se mide eso que la derecha llama "calidad de las instituciones", y que sirve para saber cuánto las instituciones responden a la derecha. La batalla con los campestres fue un gran primer round que ganaron éstos, al convencer a las capas medias –con la ayuda de los horrores procedimentales del Gobierno– de que debían hacer propio el discurso de las patotas agrarias. Y ahora hay ésta, la más grande, que verificará si es posible (comenzar a) avanzar contra los cíclopes mediáticos dueños del mensaje. Si no hay tenida eficaz con ellos, no la habrá contra ningún factor de poder. Lo que pase con esta ley constatará la auténtica valentía de nuestra democracia. Porque la suerte de este proyecto mide, quizá como nunca, lo que se puede y lo que no en este país.


--
JOAQUIN CASTAÑO
visita: http://elchichilo.blogspot.com

jueves, 10 de septiembre de 2009

El tabú de los medios: Superación o perpetuidad

Por Martín Becerra
(Universidad Nacional de Quilmes - CONICET).

El diario más leído de España, El País, cabecera del poderoso grupo Prisa, acusa a José Luis Rodríguez Zapatero de ejercer un "intervencionismo descarado e inmoral" por un decreto ley de televisión digital que afecta sus múltiples intereses en el sector audiovisual. En la Argentina, Clarín, matutino líder, cuyo grupo editor es el principal conglomerado de medios, con fuerte presencia en televisión abierta y por cable, radios, Internet y cinematografía (y, desde 1977, socio del Estado en la provisión de papel prensa), fusiona información con opinión y editorializa en tapa que el proyecto de ley de servicios de comunicación audiovisual presentado por el Gobierno es una "ley K para controlar a los medios".

¿Qué hay de novedoso en este siglo XXI, que anime a los grandes grupos mediáticos a extremar la confusión entre su propia ambición corporativa y el interés general?

Lo "novedoso" se resume en dos procesos: por un lado, la importancia económica de estos grupos, que se produce a una escala inédita para los tradicionales y en buena medida artesanales medios de comunicación vigentes hasta hace veinte años; por el otro lado, la convergencia tecnológica, que acelera la imbricación de esos medios tradicionales con las telecomunicaciones e Internet y que convoca a la expansión de los capitales y a un nivel de competencia desconocido.

Abordar el tema de los negocios de los medios constituyó un tabú en muchos países.

En la Argentina, el envío del proyecto de ley de medios audiovisuales al Congreso abre la posibilidad de cambiar la normativa emanada de la Dictadura en 1980 y empeorada por casi todas las gestiones constitucionales posteriores.

El proyecto del Poder Ejecutivo asume que la comunicación es un derecho tan fundamental que no puede ser sólo patrimonio de grandes empresarios o políticos: por ello permite la participación de organizaciones sociales y comunitarias. Los límites a la concentración, la participación como emisores de entidades no comerciales, la creación de un registro público de licencias, la progresiva transformación de los medios de gestión estatal en medios públicos o la protección de audiencias vulnerables (como la infancia) son aciertos de un proyecto que recoge el reclamo de un gran número de organizaciones de la sociedad civil y de algunos partidos políticos. Este reclamo no es nuevo: tiene más de 20 años.

Otros aspectos del proyecto serán probablemente modificados. Bloques de centroizquierda ya anticiparon algunos ejes que intentarán cambiar: la composición de la autoridad de aplicación que reemplazará al COMFER, para garantizar que no tenga mayoría del Gobierno de turno; los mecanismos de adecuación del tope de licencias al patrón tecnológico digital o las restricciones para que las telefónicas pueden participar del mercado de medios. Podrían agregarse otros: la dotación de fondos para la producción federal de contenidos o la revisión de las sugestivas autorizaciones a la Iglesia Católica (otros credos no son mencionados por el proyecto).

Hasta ahora, la discusión suscitada condensa no sólo los posicionamientos de los principales actores interesados —como los principales grupos mediáticos—, sino también una tipología binaria de intervención pública que oscila entre la agitación de la hipérbole chavista (que revela una doble ignorancia: tanto sobre Venezuela como sobre la Argentina; y que además exhibe un rústico calibre analítico) y la prisa de un Gobierno que entre 2003 y 2007 robusteció los negocios de los principales grupos con medidas que son las antípodas del proyecto que hoy sostiene.

Probablemente en un tema tan poco debatido en los propios medios como el de su regulación, cabía esperar una primera fase dicotómica de la discusión.

Por ello, la posibilidad misma de apertura al debate en el Congreso afronta varios desafíos: por una parte, torcer un destino de posicionamientos a libro cerrado, alentado (que no es lo mismo que fabricado) por la sesgada edición de los medios líderes y, por otra parte, comenzar a desanudar un tabú que ya cumplió 25 años.

Al igual que  previas iniciativas de diputados y senadores opositores, el proyecto del PEN parte de un certero diagnóstico: la altísima concentración de la propiedad del sistema de medios audiovisuales, la consecuente discriminación a grupos e individuos despojados del derecho a acceder a la titularidad de licencias de radio y televisión, la centralización geográfica de más del 70% de los contenidos audiovisuales en la ciudad capital, el caos regulatorio, la autoridad de aplicación (COMFER) intervenida desde 1983 por el PEN y la ausencia de directrices básicas sobre la convergencia entre telefonía, medios e Internet.

El tabú comienza a demolerse cuando es enunciado. Fugarse hacia adelante arguyendo excusas que procuran sostener con respiración artificial los intereses concentrados del sistema de medios equivale a perpetuar el máximo control del PEN a través de un COMFER intervenido por el Gobierno de turno, y a evitar que se erosione el dominio de algunos grupos privados que maquillan como "interés general" sus privilegios.



--
JOAQUIN CASTAÑO
visita: http://elchichilo.blogspot.com

domingo, 6 de septiembre de 2009

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Docentes y lectura crítica

publicada en pagina12.

Docentes y lectura crítica

Desarrollar el espíritu crítico frente a los mensajes de los medios de comunicación ha sido una tarea pregonada por muchos con éxito diferente, en particular en el sistema educativo, desde los años setenta hasta ahora. Gerardo Alzamora reivindica el papel de los docentes como promotores de la lectura crítica en el marco del debate sobre el proyecto de ley de Servicios Audiovisuales de Comunicación.

 Por Gerardo Alzamora *

La complejidad del tema y la discusión generada alrededor del proyecto de ley de Servicios Audiovisuales de Comunicación es acorde a su impronta social, así como también a los intereses que están en juego. Elementos inherentes a nuestra Constitución Nacional y al Pacto de San José de Costa Rica (que en Argentina tiene jerarquía constitucional) como la libertad de expresión e información, la comunicación sin censura y el acceso igualitario al conocimiento están siendo cuestionados por múltiples sectores, muchos de los cuales deberían defenderlos: los propios medios de comunicación.

Es que, la mayoría de las veces, el periodismo ya no informa (entendiendo por "informar" la presentación al colectivo social de noticias de interés público, o sea, informaciones significativas a la hora de elegir como individuos libres y constitucionalmente responsables que somos). En este sentido, la agenda mediática que proponen los medios, sumada a la saturación de informaciones que circulan por los tan nuevos como diversos canales (muchos manejados por los propios popes mediáticos) suele esconder (aunque a veces ni siquiera se toman ese trabajo; la metáfora también es un ejercicio intelectual) infinidad de intereses que, egoístas y espurios, operan sobre una sociedad críticamente débil.

Desde el Sindicato de Docentes Privados, nuestra lucha está justificada por la importancia de que los docentes desarrollen la lectura crítica de los medios; y a desconfiar, como nos enseñaron nuestros abuelos, que lo regalado sale caro. Al acceder a más información, tener las tecnologías más rápidas y sofisticadas para leer las noticias de último momento o bajar el video, la foto y el audio como fuente de primera mano no estamos necesariamente conociendo la realidad. A esto se suma que gran parte de la población no tiene acceso a las tecnologías y es perjudicada además por una espectacularización y vulgarización de las informaciones que circulan en los medios tradicionales. Incluso, la mayoría de las veces, las nuevas tecnologías no son otra cosa que una puerta de entrada más atractiva para ingresar de manera ágil y acrítica a un sistema comunicacional tan centrífugo como manipulado, operando desde la construcción de la realidad para que actuemos de forma unánime y sin distinción con respecto a significados, objetos y significantes.

Los cambios tecnológicos nos están llevando por delante y con ellos las empresas que los desarrollan, distribuyen y ejecutan. Para que todo cambie y nada cambie. Para que creamos que por acceder a más canales y opciones somos más libres, cuando en realidad no hacemos más que ir y volver sobre los mismos puntos.

Si en su evolución natural la sociedad está cambiando, y con ella la comunicación, la educación, el trabajo y la cultura, entre otros factores, nuestra forma de percibir no puede seguir anclada en la pasividad, esperando que los medios de comunicación nos bien informen sobre todo aquello a lo cual no podemos acceder de forma directa.

Pongamos en valor la comunicación social y la información pública en vísperas a la ley de servicios de comunicación audiovisual que remplazará a la Ley de Radiodifusión 22.285. Cabe destacar que la actual propuesta de proyecto reconoce por primera vez en la historia de la legislación de la radiodifusión y medios audiovisuales del país que los chicos son sujetos de derechos comunicacionales en lugar de objetos para el consumo. Asimismo, los trabajadores de los medios, la educación y la cultura venimos apoyando desde hace tiempo el Foro por una Comunicación al Servicio del Pueblo basado en los 21 puntos de la Coalición por una Radiodifusión Democrática y la propuesta presentada por la Confederación Sindical de Trabajadores de los Medios de Comunicación Social de la República Argentina (Cositmecos).

La ley vigente, anticonstitucional y antidemocrática, promulgada el 15 de septiembre de 1980 y modificada por decretos de "necesidad y urgencia", permitió, entre otras cosas, la creación de holdings mediáticos y la injerencia desmedida de empresas extranjeras en nuestra cultura. ¿Casualmente no son ellos los que salen a defenestrar cualquier intento de modificar o reemplazar dicha ley de la época de la dictadura? Pero también es necesaria esta actualización legislativa para regular y democratizar los medios de comunicación tecnológicos, seguramente la punta de lanza en materia de conocimiento en el mediano plazo. Y que los de afuera no sigan abriendo la brecha.

* Secretario de Prensa de Sadop (Sindicato de Docentes Privados).



-- 

martes, 1 de septiembre de 2009

“La oposición subestima la conciencia social sobre la concentración”

Publicado en Miradas al Sur

Según Becerra, a diferencia de proyectos presentados anteriormente, nunca se logró la movilización social y la conciencia cívica

30-08-2009 / El especialista analiza el momento político-histórico en el que se debate el nuevo proyecto de ley. Un fuerte consenso social y un alto rechazo a los monopolios mediáticos en el país habilitan la oportunidad de reivindicar el derecho fundamental de recibir y difundir informaciones.

Por Victoria Linari
vlinari@miradasalsur.com

Los diputados y senadores se la juegan en el debate que vendrá sobre el proyecto de ley de medios”, dice el especialista en políticas de comunicación, Martín Becerra. “Si este proyecto no prospera por excusas como que no es el tiempo político, que no les convence el artículo 38 o que no les gusta la marca de carteras que usa la Presidenta, hablaría paupérrimamente de nuestros representantes políticos. Demostraría que no saben leer entre contradicciones de primero y segundo orden, y sobre todo que no afinan en tener como rehén de miserables discusiones de proyección de cuotas de gobierno y de poder, al resto de la sociedad.” El investigador y docente en las universidades nacionales de Quilmes, Buenos Aires y La Plata, asegura que “a nadie se le escapa que esta sociedad está moldeada por el actual sistema de medios, y evitar que ese sistema se transforme es una evidente complicidad con su estado actual de funcionamiento”.

–Este proyecto logró el consenso de diversos sectores sociales. Es un hecho histórico.

–Nunca como ahora fue tan consciente y tan claro para todo el estamento político y para parte de la sociedad civil organizada que hay intereses muy poderosos en juego. La movilización social que este proyecto viene promoviendo y la que lo viene generando desde hace varios años no se dio con iniciativas anteriores. El gran triunfo de esto es que vos vas a la peluquería, y cuando se habla de los medios, el peluquero sabe que hay monopolios, sabe que los medios están concentrados y dice que eso es malo, independientemente de a quién haya votado el peluquero. Hay un nivel de información muy fuerte a partir de las propias experiencias de vida y de los abusos que cometen esos medios concentrados.

–Hablar entonces del Proyecto K o decir que se presenta para pelear con un multimedio, ¿no deslegitima esa lucha social?

–La oposición de centro derecha, ésta que ya anticipó en las declaraciones de la UCR o de los senadores y diputados de la CC que se van a oponer al proyecto, repite básicamente lo que dijo antes del 18 de marzo cuando no conocía el proyecto y ya lo demonizaba. Me parece que esa oposición no toma nota del grado de consenso que tiene este proyecto en las organizaciones de la sociedad civil, y no es consciente del grado de rechazo que hay en la Argentina a los monopolios mediáticos. Y si no advierte este aspecto, va a sufrir un gran traspié. Porque aliándose con los grandes grupos, en esto que yo llamo pacto fáustico en el que entregan su sangre a cambio de la promesa de la vida eterna, no se dan cuenta de que los medios nunca te dan la vida eterna y te clavan el aguijón cuando menos lo esperás. Me parece que se equivocan muchísimo y subestiman el grado de conciencia que tiene la sociedad sobre este tema.

–Sorprende que algunos sectores de la oposición que trabajaron en proyectos muy similares a este, lo rechacen furiosamente.

–En el mano a mano que tuve con algunos de los diputados que participaron de esos proyectos, muy sinceramente reconocen no sólo que el proyecto del actual gobierno es muy parecido, sino que es más moderno, porque aquéllos no le daban mucha importancia a la convergencia tecnológica. Lo que ocurre tal vez es una mezcla de oportunismo, de especulación, se posicionan como midiendo para tener más centimetraje en algún gran medio, pero a la larga están hipotecando su propio futuro.

–¿Y qué le parecen las críticas de cierto sector del periodismo?

–Creo que los periodistas de mayor renombre fueron fuertemente cooptados por los intereses de los medios para los que trabajan, como el caso de Magdalena, Tenembaum, Nelson Castro, Morales Solá. En otras épocas estos periodistas, que eran la nata de la profesión, los más representativos, tenían una opinión que se diferenciaba claramente de la de los dueños de los medios. Pero ahora reproducen sin una discriminación mínima respecto de si ese interés merece ser reproducido así, si no amerita que haya una voz disonante para contrastar lo que ese medio dice. Son más papistas que el Papa. En general el mainstream de los periodistas más famosos es muy deprimente.

–¿Qué opina del argumento que afirma que este proyecto no es legítimo porque forma parte de una pelea con el Grupo Clarín?

–Yo tengo una respuesta funcional a ese argumento, y es que parte del origen de esa pelea tiene que ver con el objetivo de cambiar la ley. O sea que ningún gobierno va a poder cambiar la ley si no es en el marco de un enfrentamiento con el Grupo Clarín o con el grupo que sea, porque justamente el cambio de las reglas de juego afecta los intereses que se ponen en juego con ese cambio. Ahora mismo el Grupo Prisa, de España, está acusando de cosas muy parecidas al gobierno de Rodríguez Zapatero por una ley de televisión digital terrestre. El origen de las acusaciones son los intereses económicos de los principales grupos, ¿cómo vas a democratizar los medios con el consenso de los medios más concentrados? Es imposible.

–¿Y las críticas al ingreso de las telefónicas?

–Primero, anoticiémonos de que las telefónicas ya entraron. Desde el ’98 Telefónica de España tiene canal 11. Segundo, a mí me gusta pensar en contra de ese argumento, y en realidad si miro televisión abierta, debería elogiar a Telefónica de España. Los programas masivos y con contenido, como Montecristo, TV por la identidad, Vidas Robadas, son todos de ellos. Y si pienso quién hizo ese programa, cuál fue el canal que menos tercerizó su programación, pienso justamente en el canal de una telefónica extranjera. Eso será muy contradictorio y no nos gustará en nuestras buenas conciencias, pero es lo que pasa.

–Las críticas dicen que para enfrentar a un monopolio se está alimentando a otra gran empresa, que además es extranjera, y que puede dar lugar a otro multimedio concentrado.

–Toda concentración es mala, aunque sus medios digan lo que a mí me gusta escuchar. Pero me parece que con las telefónicas se agita un fantasma que consiste en que los capitales que provienen de los medios de comunicación en sí mismos son la Virgen María, y las telefónicas son el diablo. Y en realidad, si yo soy pragmático y miro qué pasó con los años de gestión de Telefónica en Telefé, la verdad es que hoy son superdefendibles. Eso me conduce a pensar que las telefónicas no son el enemigo.

–¿Qué va a pasar con los grupos concentrados ya existentes en caso de que se apruebe la ley?

–En teoría deben desprenderse en el plazo de un año de algunos de sus medios, tienen que desinvertir. Es lo que le está exigiendo ahora mismo la Cndc a Telecom Italia, que debe adaptarse a las normas vigentes. Claro que en este caso los medios van a argumentar que hay inseguridad jurídica, que se están rompiendo reglas de juego, eso habrá que analizarlo caso por caso. Algo que a mí me parece muy bueno, es que si sos distribuidor de señales de televisión por cable, no podés ser al mismo tiempo productor de más de una de esas señales. Así, Clarín claramente va a tener que desprenderse de algunas de sus señales.

–¿Cuáles son sus observaciones sobre el proyecto?

–La nueva versión no incorpora algo que está en los 21 puntos y con lo que yo insisto: que es que tanto la autoridad de aplicación como los medios públicos tienen que tener participación de la sociedad y no solamente del estamento político. Está clarísimo que es un avance que haya representación de la minoría parlamentaria en el directorio de ambos lugares, porque me parece que este año y medio da cuenta de que el estamento político como sistema, si no tiene punto de contacto claro con la sociedad civil, puede llegar a consensos muy nefastos para la sociedad. Pero no hace daño escuchar otras voces que puedan mediar, operar de traductores, hacer un ejercicio que evidentemente tiene poco consenso en el Gobierno. Pero son diferencias menores frente a un apoyo muy grande que creo que hay que darle a este proyecto.

–¿Cuáles son las cuestiones principales que la ley vendría a saldar?

–En principio, este proyecto garantizaría que desaparezca una discriminación cabalgante que hoy tenemos que no permite que todos los ciudadanos accedan en iguales condiciones a una licencia. También contempla derechos a la niñez, a las audiencias vulnerables, la creación de la Defensoría del Público y de un Consejo Federal, la legislación comparada, el fundamento de cada uno de los artículos que se inscribe en la mejor tradición de defensa de los derechos humanos. Es un proyecto de avanzada, y comparándolo con leyes vigentes en otros países es muy positivo, progresista, garantista, muy preocupado por sostener los derechos individuales y colectivos de la sociedad en general. Creo que si se transformara en ley, tendríamos una buena ley, perfectible, pero una buena ley.

–¿Esa buena ley nos asegura un buen sistema de medios?

–No, la verdad que no. Pero nos asegura que un buen gobierno de una buena ley sí tenga efectos materiales concretos. Lo que no entiende la oposición de derecha es que, como la ley reconoce los derechos de los ciudadanos, un mal gobierno con una buena ley, dará a la ciudadanía la posibilidad de activar contra el gobierno y reclamar por sus derechos lesionados.

–¿Cómo piensa que será el tratamiento en el Congreso?

–Si los diputados y los senadores logran ponerse en el rol de representantes del pueblo, esto tiene que salir como un violín. Pero si actúan con miserias públicas –que ya las salieron a mostrar apenas presentado el proyecto– o privadas –de no querer enfrentarse con un grupo para no hipotecar su futuro político–, entonces no creo que salga esta ley ni ninguna otra. Si eso pasa, se va a perder una oportunidad importante. Yo no soy tan apocalíptico, no creo que esta sea la última oportunidad, porque aún si el proyecto no prospera, hay una movida históricamente consolidada detrás que hará que resurja en términos de reivindicación de derechos cívicos.