Por Eduardo de la Serna *
No me resulta fácil entender el voto de ayer en Santa Fe. Es verdad que “debemos aceptarlo”, eso no está en discusión, porque no hay “voto bueno” y “voto malo” cuando ganan o pierden “mis candidatos”; a menos que apuntemos a una suerte de “voto calificado” tipo Solanas, o Carrió. Pero de allí a entenderlo hay un paso. Paso muy largo, en este caso. No está mal que muchos y muchas se dediquen o se “metan en política”, eso es bueno. Parece haber pasado la “era de los abogados”. Pero mi duda no es por qué “se mete” Tal o Cual, cosa que –en principio- celebro; sino por qué votan a Tal o Cual. ¿Por qué votan a Reutemann, a Scioli, a Palito Ortega, al Pichi Campana, o –peor aún, a Bussi, a Patti o a Rico? Porque fueron votados.
Cualquier diagnóstico simplista puede parecer acertado (y quizás lo sea en una pequeña parte), pero no dará razón si no mira la complejidad. ¿Qué quieren decir, o qué pretenden, los que depositan el voto por Tal o Cual? Hablar de “asco”, del “país jardín de infantes” o del “enano fascista” no da respuestas, aunque quizás algo aporte.
Podríamos ver qué pasa en otras partes de América Latina, para empezar.
· A pesar de la enorme popularidad de Michelle Bachelet, en Chile ganó Piñera, empresario “exitoso”, claramente “de derechas”, lleno de amigos y funcionarios pinochetistas;
· En Perú, Keiko Fujimori (¡¡¡Fujimori!!!) estuvo muy cerca de ganar en la segunda vuelta;
· En Colombia, Juan Manuel Santos, ministro de defensa de Álvaro Uribe, y responsable del bombardeo del campamento de Reyes, en territorio ecuatoriano, fue elegido presidente;
· En Brasil, Dilma hubo de llegar a segunda vuelta con Serra, “exitoso” empresario de Sao Paulo;
· En Bolivia, muchos han propuesto dividir el territorio, para que los gobernantes “blancos” de Santa Cruz, el Beni y otros puedan estar libres de “los indios”. No podemos negar, entonces, que hay una fuerza de reacción importante que –nos guste o no- tiene incidencia popular. Pero eso no significa más que una parte.
También hay otra parte:
· La alcaldía de Montevideo era del Frente Amplio cuando Uruguay era gobernada por la derecha;
· Bogotá es gobernada por el Polo Democrático, en medio del auge uribista;
· México DF es gobernada por Marcelo Ebrard del PDF en una nación gobernada por el derechista PAN.
Y si miramos nuestro país, también hemos de reconocer que hay una buena “mezcla”: mientras en Buenos Aires gana Macri, en Santa Fe gana el socialismo. Es verdad, también hay que decirlo, que Buenos Aires muchas veces se ve como “puerto”, como “ilustrada”, más que como “parte”. Y Santa Fe también tiene su “propio”: no sólo es la provincia donde vence el Socialismo desde que se decidió acabar con la “ley de lemas” en la provincia, sino que es la provincia donde tiene un caudal importante el Partido Demócrata Progresista, ambos herederos históricos de Palacios y Lisandro de la Torre, pero sin presencia nacional considerable. Lo mismo –quizás- puede decirse de Córdoba, y de Mendoza, pero que tengan “elementos propios” no significa que no sean válidos y también “razonables”.
En un primer momento de bronca, uno está tentado de decir que tenemos lo que “nos merecemos”, y por eso ganó Menem, o De la Rúa, que nos llevaron al caos que después hubo que “remar”. Porque –seamos sinceros- era razonable (y esperable) que en Santa Fe ganara Bonfatti, pero lo de Del Sel es sorprendente. Menemista confeso, macrista converso, ¿por qué es votado?
Si tenemos en cuenta la campaña “no política” de Macri-Barba, y la “no política” de Del Sel, quizás haya que pensar que así como muchos han redescubierto la política, la militancia, y el compromiso, es evidente que hay otros muchos que no quieren saber nada con la política. Y así se han manifestado, y votado. En ese sentido, me parece, claramente hay dos grupos muy marcados. Los que quieren comprometerse con un cambio, y los que quieren la sonrisa fácil de los globos y los Midachi, los que quieren poner el hombro al país y los que quieren que lo “hagan otros”, los que quieren militar y los que eligen un “¿yo?, argentino”.
Personalmente no me molestó que ganara Bonfatti en Santa Fe, aunque no lo hubiera votado si viviera allí; pero sí me molestó el voto a Del Sel (y recuerdo algún pseudo-periodista que una vez me dijo “¿por qué insistís con la dictadura y el menemismo? ¡ya fueron!”). Y creo que debemos aprender de esto. Muchos parecían creer que “octubre es un paseo”, y estas elecciones nos ayudan a ver que quizás no lo sea, y que es bueno y necesario no bajar los brazos. Y no olvidar que enfrente hay intereses muy poderosos, que dedicarán 4 páginas a la Rural y un recuadrito a Tecnópolis, o que repetirán hasta el hartazgo todo lo que sirva para que sus títeres puedan gobernar y llenar sus arcas, aunque el país se hunda y todos debamos pagarlo. A lo mejor llegó la hora de poner las “mejores cabezas” a pensar la mejor campaña posible para despertar de la modorra, para levantar de la pereza política a los que creen que la “no política” no tiene incidencia en los futuros platos rotos que todos terminaremos pagando. Como las bicisendas.
* Eduardo de la Serna es sacerdote